Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 24 de marzo de 2019

LECTURAS

En otros tiempos, por ahí queda reflejado en un post, fui un lector empedernido, pero claro, de los libros a los que podía optar. Y siempre se aprende algo aunque el libro solo te haya servido para pasar un rato más o menos agradable.

Ya desde los tiempos de escolar, me gustaba la lectura, circunstancia que mantuve una vez deserté del arado. Sin embargo, ya hace tiempo que no compro ni leo libros. Me aburren. La lectura, en general, la he sustituido por la escritura de mis panfletos, opiniones, convergencias y/o divergencias.

Tengo un montón de libros fruto de esos desvaríos, tanto en el pueblo como en el trastero, y más ahora que está la casa manga por hombro entre los delirios de mi santa, —y los míos, que algo tendré que ver— (aunque preferiría exiliarme y dejar que pasara este cáliz). Reconozco que debería hacer algo y al menos ponerlos todos juntos y en condiciones de conservación, pero siempre está el obstáculo insalvable salvo que tire por el camino del medio.

Conservo memoria imborrable de los libros que detesto. A Cela en primer lugar. La Colmena, me resultó intragable, no lo terminé. El tipo, era un pedante malcarado y maleducado. El novio de la Preysler, tampoco es santo de mi devoción. La ¿Muerte del Chivo? es un coñazo que leí saltándome páginas enteras en busca del final. No haré publicidad a más, que haberlos, haylos.

Dentro de los positivos, hay muchos, la mayoría. Desde Robinsón Crusoe hasta El Camino, de Miguel Delibes. Vivir para Contarla, de Gabriel García Márquez, sería el mejor, sin duda.

Luego he leído libros que me han ilusionado y al final defraudado. Hubo un falso monje tibetano, T. Lobsang Rampa, del cual leí creo que casi todos sus libros. Te mentían descaradamente, pero te dejabas engañar porque te interesaba vivir la mentira. El que más me defraudó fue J.J. Benítez. Por casualidad cayó en mis manos uno de los primeros libros de la saga, Caballo de Troya, cuyo nombre no recuerdo, en la cual unos americanos, como no, realizaban saltos al pasado buscando a Jesús y el momento de su vida pública. En el tomo cuatro, el clímax fue máximo. Parecía como que lo estabas viviendo, deseando que aquello que leías, fuera cierto, real. Caminabas por la vieja Palestina acompañando a los protagonistas, un mayor y su ayudante. Pero la ambición del escritor, la cagó en el tomo cinco que no terminé de leer. Como antes decía, sabes que te están mintiendo pero como la mentira es tan bella y deseas tanto que sea verdad, te crees cuanto lees, te involucras hasta ser protagonista. El despertar, es amargo y desilusionante y más en esta cuestión.

Desearía con todas mis fuerzas estar equivocado, pero la libertad de elección, me dice que aquello fue una bonita historia —la de Cristo— fruto de una mente calenturienta, sin fundamento científico alguno. Podemos creer o no lo que nuestra conciencia nos dicte pero la realidad no tiene más que un camino. Nos haremos millones de preguntas, todas sin respuesta. Pero creer que un hombre, que realmente existió, es hijo de otro Ser superior que vino aquí ¿a qué?, es de todo punto inasumible para mí. Por una razón muy sencilla: si el hombre había cometido algún pecado, el culpable y responsable fue el fabricante, que dada la inmensidad del Universo, de existir Éste, con toda seguridad no tenía ni tiene idea de la existencia del ser humano. De hecho los científicos están demostrando que la raza humana actual, ha surgido a través de diversas mutaciones y a lo largo de miles de años; todo ello sin perjuicio de que el Creador fuera un chimpancé o similar. Por aquello de la imagen.

En todo caso, es tal el poder de ese Ente o Entes superiores, de existir, que lo más probable es que el Universo surgiera de alguna cagada de laboratorio. La evolución del planeta y la inconsciencia de la raza humana, la hará desaparecer salvo que exista un milagro. Y estos, no existen.
 
Y una reflexión: el hombre no inventa nada que no esté ahí, solo descubre acontecimientos y hechos que buscaban un “explorador”. Si el hombre no se aniquila a sí mismo, llegará a ser casi inmortal. Y digo casi porque cuando ya se harten de siempre lo mismo, decidan quitarse de en medio. Pero eso ya lo sabemos hacer ahora.

 

2 comentarios:

ana palacios dijo...

No puedo hacer comentario a esta entrada, porque sería demasiado extenso y no llegaríamos a ninguna conclusión.
Con algunas cosas estoy de acuerdo, con otras no. Yo sí que parto de la hipótesis (no es que crea) de que en este mundo todo esta en evolución, incluidos nosotros y hasta donde yo sé, que tampoco es gran cosa, tanto la tierra, como el hombre son como el "culo" del Universo (perdón por la expresión) Se dice que hay 49 niveles y de ellos nosotros ocupamos los tres últimos. 49 (físico denso)48 (materia emocional y algo del 47 (materia mental). Sobre esto hay mucho escrito, aquí solo he hecho un esbozo tal vez no muy claro.
Un abrazote.

Amilcar Barça dijo...

La libertad de expresión, dentro de un orden, es lo único que tenemos o nos queda. Y este rincón es libre. La triste realidad es que todo, todo y todo, ha sido y es, desde la Biblia hasta lo que en este momento escribo, fruto de mentes calenturientas que creyeron que habían sido elegidas para iluminar o deslumbrar al mundo obviando que NUNCA, ha regresado nadie para confirmar o desmentir unos hechos pero que muy interesados sobre la existencia del Más Allá.

Hace tiempo que escribí que el hombre, algunos hombres, hicieron a Dios a su imagen, interesada, y semejanza. No al revés.

Gracias por tu visita y comentario.