Hoy, cuando tras levantarme he echado un vistazo al espejo
de la entrada, he visto a un hombre envejecido, desfigurado y lleno de miedo,
sin esperanza. He pretendido dirigirme a él para preguntarle que le pasaba, por
qué ese decaimiento y, avergonzado de su cobardía, entre sollozos ha escondido
la cara y se ha marchado. Todo ello me ha hecho reflexionar.