A MI PEKEÑA
Tal y como la letra de la canción de Amaral dice: “Como hablar, si cada parte de mi mente es tuya…” Se acerca la fecha en la que nos conocimos, casi diez años ya. Qué inescrutables son a veces los designios del destino. Sabes que mi soledad me inducía a buscar compañía a pesar del miedo que me detenía por temor a un fracaso y de no saber estar a la altura.
Meses de búsqueda ansiosa en medio del frio ambiental e
interior,
fracasos y errores incluidos. Cuando ya dudaba y me daba por
vencido, el azar te puso en mi camino. Tras unos breves contactos
fui a verte a tu casa, a tu familia y ya no nos separamos. Me has
dado alegría, compañía y han aflorado unos sentimientos ocultos
que no sabía existían en mí. Difíciles de expresar por cuanto están
ahí y son solo para ti, imposible de enunciar pues me falta capacidad
expresiva. Me haces decir palabras que brotan del fondo de mi
corazón y mi mente, como agua cristalina en una fuente inagotable. Como mis
lágrimas cuando estuviste enferma y tuve que separarme de ti.
Cierto es que hubo momentos de zozobra y desánimo
felizmente
superados. Cuando echo la siesta, acurrucada entre mis piernas, siento
que te necesito a mi lado. Duermes en tanto vigilo que permanezcas
feliz y confiada. Intento comprender tu mirada limpia y amorosa
que sigue todos mis movimientos con el fin de leer en ellos mis
deseos adelantándote al siguiente paso. Has conquistado el
corazón de toda mi familia. Bueno casi, la santa se pone como un basilisco
cuando llenas de pelos el suelo. Me has ayudado a calmar mi ansiedad
y comprender mejor que hay que ser comprensivo y tolerante con
los demás; nadie somos perfectos. Es posible que pudiera reflejar
mejor lo que siento por ti, mas no aumentaría mi amor. Tus lloros
lastimeros cuando percibes que nos vamos a separar, me hacen
sentir mal; no quieres saber de razones, solo mi presencia y mis
brazos te hace sentir tranquila. En cuanto a mí, recupero a Amaral:
“Sin ti no soy nada”, pues: “Somos la escoria que aún puede
quemar” como cantó Aute en su canción “Ay de ti, ay de mí”. Y como
los viejos ya vivimos de añoranzas, te dedicaré unos versos de la canción de
Labordeta: Porque no nos ven hablar/ dicen que no nos queremos/ a tú corazón
y el mío/ se lo pueden preguntar.
PD.- Solo hay una cosa que no me gusta: cuando te tiro la pelota en el garaje, siempre me haces ir a recogerla.
Te amo Laika.