Porque un hotel es un mundo en el que
hay muchos líos, celos competenciales, profesionales, amorosos…. Y no hablemos
de los que ocurren en las bedrooms. Eso ni tocarlo. A Ceferino lo llevaron de
holgazanear en el pueblo —es un decir— a hacer margaritas de mantequilla para
los desayunos del hotel Oriente, eso cuando salían. (Si le llamaban “Ceferino,
pueblerino”, él les recordaba al macho de las cabras: boque o cabrón).
La
conclusión vital que obtuvo de vivaquear por los restaurantes y hoteles fue que
en la cocina había mucha fanfarria y demasiados trucos, como en los circos.
Títulos grandilocuentes que todavía persisten y que heredados de la cocina
francesa parecen aumentar la “grandeur” de la misma olvidando que aquí llamamos
al pan, pan y al vino, vino, aunque no siempre, que también somos herederos del
Lazarillo de Tormes y sabemos dar gato por liebre. La primera vez que vio una
tortilla a las finas hierbas se quedó
patidifuso: tortilla francesa con perejil picado, toma yaaa. O consomé Royal, ahí es nada. Recuerda el
chiste del cómico: “¿Y eso cómo se toma?” “Con un huevo dentro” “Joder qué
postura”. Pero claro, a cierta clientela le va más la rimbombancia y la
fantasía que llamar a las cosas por su nombre. A Cefe le han ocurrido infinidad
de cosas en un hotel de ciudad o a pie de playa. Claro que igual quieren una
historia real en la que el jefe de cocina, cuchillo carnicero en mano, corra
por los pasillos al maître o al director….No será él quien haga sangre del
asunto, que bastante quedó por el suelo del comedor tras la discusión (eso
sí, de un conejo vivo que en aquel momento enarbolaba el cocinero mayor). Todo
por unos langostinos de Sant Carles de la Rápita que el jefe de cocina tenía
interés en sacar fuera porque estaban aprendiendo cante jondo y al jefe de
comedor no le pasó por el ombligo ofrecerlos por ese mismo motivo. La que se
armó fue homérica; ni el director podía implantar un mínimo de orden y cordura.
Tras amenazarlos con el despido fulminante, las aguas volvieron a su cauce,
pero eso sí, el metrotel, procuraba mantenerse lo más alejado posible de la
cocina, sobre todo cuando el chef enarbolaba aquella Tizona. La verdad es que
el problema no fueron los langostinos ni el conejo, aunque el pobre pagó el
pato del desencuentro. Como era de prever, tenía faldas. La cosa tuvo su gracia
pues ambos si querían chupar algo, tenía que ser alguna cabeza de gamba pues “la
interfecta” —un escocés integrado en un grupo artístico— se lo montaba con el
mozo de la piscina al que hacía el boca a boca hasta dejarlo sin respiración.
Cefe está convencido de que quienes realmente mejor lo pasan son los botones y
los pinches de cocina, a pesar de su experiencia negativa como segundo
afectado. En una ocasión le entregaron un pavo vivo y se le escapó hacia el
comedor donde armó tal revuelo y estropicio entre la vajilla y la clientela que
aquello se convirtió en una auténtica caza del pavo olvidando, todos, las
composturas debidas. El bicho, sin parar de ¿decir? glugluglu, alcanzó una
ventana y salió volando al exterior con tan buena o mala suerte que fue a parar
a manos de una cuadrilla de hippies, los cuales montaron raudos en su
destartalado cuatrolatas, poniendo pies en polvorosa. En Peñíscola participó en
la inauguración de un hotel de cuatro estrellas, del cual solo conserva buenos
recuerdos. El jefe de cocina, libraría a la panda de más de un lío con la
guardia civil, celosa de que nadie sacara los pies del tiesto. Cefe, que era de
secano y no sabía nadar —a pesar de las aletas de tiburón usadas—, una noche
casi se ahoga en la piscina del hotel, vacía todavía de clientes pero no de
agua. Más tarde se le cachondearían diciéndole con sorna: “chaval, que las
aletas son para hacer sopa”. Uno de los cocineros, su salvador, tenía novia y
estaba a punto de casarse. ¡Ja! un furibundo ataque de una camarera, mandó a la
novia a buscar nueva pareja; andaban comiéndose a besos a todas horas, fue
fulminante. Una noche en la playa, una compañera le pidió la llevara en brazos
al hotel. Solo el Mediterráneo y la Luna fueron testigos del nacimiento al amor
de Cefe. Pero llega septiembre y las playas antes llenas de gente variopinta y
bullanguera, son invadidas por nostalgias de los días pasados, y la gota fría
barre a los últimos irreductibles invasores y alguna lágrima rebelde….
Destinado a la participación en Literautas, remake de un post anterior, con dudas de si lo enviaré.
1 comentario:
Al final, no lo presenté.
Publicar un comentario