Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 19 de octubre de 2025

GALLINERO

La Gallina que quiso ser gallo.

Una Reflexión Crítica sobre la Ambición y la Identidad.

La fábula, o no, de “La gallina que quiso ser gallo” presenta, en su sencillez, una narrativa que invita a la reflexión sobre la ambición desmedida y la búsqueda de la identidad. Este relato, aunque aparentemente inocente, pone de manifiesto un profundo trasfondo crítico que merece ser examinado.

En primer lugar, la figura de la gallina que anhela ser gallo representa una disonancia entre lo que se es y lo que se desea ser. Esta ambición, que podría parecer admirable en ciertas circunstancias, se torna en un punto de crítica hacia aquellos que, ante la insatisfacción con su propia naturaleza, buscan transformarse en algo que no son. La gallina, en su lucha por alcanzar la voz del gallo, ignora las consecuencias de su deseo: la pérdida de su esencia, su rol en la comunidad avícola, y en última instancia, su felicidad.

Además, esta historia nos recuerda que la sociedad a menudo presiona a los individuos a conformarse a estereotipos de éxito. La gallina, influenciada por la percepción de que el gallo encarna un ideal de poder y reconocimiento, se embarca en un viaje autodestructivo. Esta crítica se puede extrapolar a la vida moderna, donde muchas personas, especialmente las mujeres en contextos laborales y sociales, sienten la necesidad de adoptar características tradicionalmente masculinas para ser reconocidas o valoradas.

Otro aspecto digno de análisis es el impacto del fracaso. Al final de la historia, la gallina comprende que su intento de ser gallo no solo es vano, sino que también la ha apartado de la comunidad y de su propósito original. Esta conclusión plantea una interesante cuestión sobre el valor del fracaso en nuestras propias vidas. A menudo, los fracasos pueden ser vistos como lecciones que nos reencaminan hacia nuestra verdadera identidad, pero la gallina no tiene la oportunidad de redimirse, quedando atrapada en un ciclo de deseo y decepción.

Finalmente, la moraleja que se desprende de esta fábula va más allá de simple advertencia. Nos invita a revisar nuestros propios deseos de transformación y a cuestionar si esos deseos están alineados con nuestra auténtica identidad. En un mundo donde la comparación y la presión social son omnipresentes, recordar que cada uno juega un papel vital en su entorno puede ser el primer paso hacia la aceptación y el crecimiento personal.

“La gallina que quiso ser gallo” es más que una historia para niños; es una crítica contundente sobre la ambición desenfrenada y la importancia de abrazar nuestra identidad. En lugar de perseguir lo que creemos que es el éxito, deberíamos reflexionar sobre quiénes somos realmente y qué es lo que realmente nos hace felices. La gallina, al final, nos enseña que no hay mayor fortaleza que la autenticidad. Sin olvidar que, al gallo, se le hace la morcilla.

En mi casa, he tenido y tengo, una. 

Hacer la morcilla: Mi abuelo partía el cuello al gallo sin romper la piel. De este modo, colgado de las patas, toda la sangre se acumulaba allí; luego en el nacimiento del cuello, ataban y cortaban la piel para evitar que la sangre se derramara. Para solidificarla, mi abuela la asaba en el horno, luego a la olla. SIEMPRE SE LA COMIÓ ÉL. Como tajo final de la paella.  

 

 

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