La Gallina que quiso ser gallo.
Una Reflexión Crítica sobre la Ambición y la Identidad.
La fábula, o no, de “La gallina que quiso ser gallo” presenta, en su sencillez, una narrativa que invita a la reflexión sobre la ambición desmedida y la búsqueda de la identidad. Este relato, aunque aparentemente inocente, pone de manifiesto un profundo trasfondo crítico que merece ser examinado.
En primer lugar, la figura de la gallina que anhela
ser gallo representa una disonancia entre lo que se es y lo que se desea
ser. Esta ambición, que podría parecer admirable en ciertas
circunstancias, se torna en un punto de crítica hacia aquellos que, ante
la insatisfacción con su propia naturaleza, buscan transformarse en
algo que no son. La gallina, en su lucha por alcanzar la voz del gallo,
ignora las consecuencias de su deseo: la pérdida de su esencia, su rol
en la comunidad avícola, y en última instancia, su felicidad.
Además,
esta historia nos recuerda que la sociedad a menudo presiona a los
individuos a conformarse a estereotipos de éxito. La gallina,
influenciada por la percepción de que el gallo encarna un ideal de poder
y reconocimiento, se embarca en un viaje autodestructivo. Esta crítica
se puede extrapolar a la vida moderna, donde muchas personas,
especialmente las mujeres en contextos laborales y sociales, sienten la
necesidad de adoptar características tradicionalmente masculinas para
ser reconocidas o valoradas.
Otro aspecto digno de análisis es el
impacto del fracaso. Al final de la historia, la gallina comprende que
su intento de ser gallo no solo es vano, sino que también la ha apartado
de la comunidad y de su propósito original. Esta conclusión plantea una
interesante cuestión sobre el valor del fracaso en nuestras propias
vidas. A menudo, los fracasos pueden ser vistos como lecciones que nos
reencaminan hacia nuestra verdadera identidad, pero la gallina no tiene
la oportunidad de redimirse, quedando atrapada en un ciclo de deseo y
decepción.
Finalmente, la moraleja que se desprende de esta
fábula va más allá de simple advertencia. Nos invita a revisar nuestros
propios deseos de transformación y a cuestionar si esos deseos están
alineados con nuestra auténtica identidad. En un mundo donde la
comparación y la presión social son omnipresentes, recordar que cada uno
juega un papel vital en su entorno puede ser el primer paso hacia la
aceptación y el crecimiento personal.
“La gallina
que quiso ser gallo” es más que una historia para niños; es una crítica
contundente sobre la ambición desenfrenada y la importancia de abrazar
nuestra identidad. En lugar de perseguir lo que creemos que es el éxito,
deberíamos reflexionar sobre quiénes somos realmente y qué es lo que
realmente nos hace felices. La gallina, al final, nos enseña que no hay
mayor fortaleza que la autenticidad. Sin olvidar que, al gallo, se le hace la morcilla.
En mi casa, he tenido y tengo, una.
Hacer la morcilla: Mi abuelo partía el cuello al gallo sin romper la piel. De este modo, colgado de las patas, toda la sangre se acumulaba allí; luego en el nacimiento del cuello, ataban y cortaban la piel para evitar que la sangre se derramara. Para solidificarla, mi abuela la asaba en el horno, luego a la olla. SIEMPRE SE LA COMIÓ ÉL. Como tajo final de la paella.
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