Me perdí intentando alcanzar a la Estrella Polar
La vida es
un viaje lleno de caminos inesperados, cada uno con su propia historia y
destino. Sin embargo, hay momentos que se sienten tan intensos y tan
llenos de significado que marcan un antes y un después en nuestras
almas. Así fue la noche en que decidí seguir el rastro luminoso de la
Estrella Polar.
Desde niño había escuchado historias sobre ella, un faro en la vasta oscuridad, siempre presente para guiar a los perdidos. Me prometí que algún día la alcanzaría. Ese deseo infantil resurgió en mí, y aunque la razón me decía que era un viaje imposible, mi corazón anhelaba la aventura. Fue entonces cuando decidí seguir su luz, sin saber que ese camino me llevaría a un lugar mucho más allá de lo físico.
Cada paso que daba parecía resonar en el silencio del bosque, como un eco de mis pensamientos. La naturaleza me envolvía en su abrazo: el canto de los grillos, el susurro de las hojas al ser acariciadas por el viento. Era un escenario perfecto, digno de un sueño, donde todo parecía posible. La luna llena iluminaba mi sendero, y cada sombra se transformaba en un cómplice de mi búsqueda, un misterioso aliado en esta travesía romántica.
A medida que avanzaba, el bosque se tornaba más denso y oscuro, pero mi determinación no flaqueaba. Mi mente divagaba, recordando las historias de navegantes y exploradores que habían mirado hacia el mismo punto en el cielo, encontrando en su luz un refugio, una guía. La Estrella Polar, que ha guiado a tantos, también me guiaba a mí, aunque nunca había estado tan consciente de lo que realmente significaba este viaje.
La noche se adentraba en su plenitud cuando llegué a un claro que nunca había visto antes. En el centro, un lago reflejaba la luz de las estrellas como un espejo cristalino. Me detuve, maravillado ante la belleza del paisaje. Los árboles se alzaban majestuosamente alrededor de mí, como guardianes ancestrales, y el agua, tranquila y serena, parecía susurrar secretos olvidados.
Fue en ese momento, mientras contemplaba el reflejo de la Estrella Polar en el agua, que comprendí algo fundamental: no se trataba solo de alcanzar un destino, sino de abrazar el viaje, de entender que cada paso que daba me acercaba no solo a una estrella, sino a mí mismo. La búsqueda de la estrella se convirtió en una metáfora de la búsqueda de lo que realmente soy, de mi esencia.
Mientras el tiempo pasaba, me senté junto al lago y dejé que mis pensamientos fluyeran. Recordé a aquellos que amé y perdí, a los sueños que había dejado atrás, y las promesas que había hecho a mi corazón. A veces, alcanzar una estrella significa dejar ir. Aprendí que el amor puede ser tan fugaz y brillante como el destello de una estrella en el cielo, y que incluso cuando nos sentimos perdidos, hay belleza en la desorientación.
El murmullo del agua me llevó a un estado de reflexión. Mientras contemplaba el cielo estrellado, percibí una presencia junto a mí, una figura emergiendo de la penumbra. Era Ella. Una mujer, con cabellos que parecían capturar la luz de las estrellas y ojos profundos como el océano. Su mirada, cargada de misterio y dulzura, me hizo sentir como si hubiera encontrado otra estrella en el vasto universo.
"Buscas la Estrella Polar", dijo, su voz era un suave susurro que se mezclaba con la melodía de la noche. Asentí, sintiendo que, de alguna manera, había estado buscándola también a ella. "Pero a veces, el destino que perseguimos se encuentra en los lugares más inesperados", añadió, señalando el reflejo de la estrella en el lago.
Conversamos durante horas, compartiendo risas y sueños, nuestros corazones entrelazándose a medida que descubríamos mutuamente nuestras historias. Ella también había seguido su propio camino, buscando la luz en la oscuridad, persiguiendo un amor que ansiosamente había creído perdido. La conexión entre nosotros era palpable, como una corriente eléctrica que iluminaba la noche.
A medida que la luna avanzaba en el cielo, comprendí que habíamos encontrado la respuesta que ambos buscábamos. La verdadera búsqueda no era necesariamente alcanzar la Estrella Polar, sino encontrar a alguien con quien compartir la travesía, alguien que convierta cada paso, cada tropiezo y cada momento de introspección en un recuerdo dorado. En su compañía, me sentí completo, protegido y amado.
Finalmente, cuando el horizonte comenzó a iluminarse con los primeros rayos del amanecer, nos prometimos que nunca perderíamos nuestra luz. La Estrella Polar siempre brillaría para nosotros, no importa cuán lejos nos encontráramos el uno del otro. La búsqueda, entonces, no había sido en vano, pues en el proceso de tratar de alcanzar una estrella, había encontrado un amor que era aún más brillante.
Con cada amanecer, sabía que la Estrella Polar seguiría ahí, testigo silencioso de nuestro viaje, simbolizando los sueños que jamás se apagan. Y así, mientras regresábamos juntos por el sendero que había conducido a nuestras almas hacia la luz, entendí que algunas estrellas están destinadas a ser alcanzadas, mientras que otras solo esperan ser descubiertas en el corazón de quienes se atreven a soñar.
En ese enigmático encuentro, comprendí que, a veces, perderse es el primer paso para encontrarse a uno mismo y que cada estrella en el cielo tiene una historia que contar. La Estrella Polar había logrado guiarme, no a un destino físico, sino a un lugar donde el amor y la conexión iluminan el camino de quienes se atreven a seguir su luz.
Muchas noches la he soñado, he llorado lágrimas amargas, pero solo mi alma alcanzará la libertad, tras su liberación.
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