Antes, los cuentos comenzaban con un preámbulo que era más o menos ese. En tiempos de maricastaña o sea, cuando los animales hablaban y los hombres mono se subían a los arboles y se comian a los pajaros. Casi nada han avanzado los tiempos, qué digo, los milenios. Eso sí, los hombres ahora llamados homo erectus que no eructos, vulgo regueldo, aunque dan ganas de vomitar, siguen devorando cuanto pillan a su paso, millones de homo erectus incluidos. Malditos sean los sionistas y los nazifascistas.
A la par o al mismo tiempo, han surgido múltiples individuos que se han refugiado unos en los armarios y otros, sin complejos, han asumido el destino que la puta naturaleza les endosaba. A esos, de ambos sexos que no se trata de discriminar, no les admiro que tampoco está el patio para demasiadas efusiones, mas tampoco censuro porque vivan de acuerdo con lo que les pide el cuerpo. Reconozco que es una enorme putada tener cuerpo de hombre y alma de mujer o viceversa. No censuro pero tampoco aplaudo a esas personas que además van haciendo alarde de ello, y no las drag queen de los escenarios que cada uno se gana el bollo como puede, si no a esas "locas" que cual gallinas ponedoras, cacarean a los cuatro vientos su condición.
Y como decía no sé quien ni no sé cuando: "Señor ¿seré gay?" Me es igual, ya no me queda tiempo de averiguarlo. Y de serlo, no lo iba a cacarear aquí cual loca gallina ponedora.
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