Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 25 de septiembre de 2025

SI YO TE CONTARA

 Si yo te contara...

Si yo te contara, me perdería en las palabras que a menudo guardo en el silencio. Te revelaría los secretos que a veces parecen crecer y abarrotar mi ser. Recuerdos que son como ecos lejanos, susurrando historias en la penumbra de mi mente. Imagina, por un instante, un espacio donde el tiempo se detiene, donde cada momento compartido se convierte en una joya atesorada.

Recuerdo aquel día en que decidí abrir mi corazón, el cielo estaba cubierto de nubes grises y la lluvia caía a cántaros. Era un día melancólico y, sin embargo, lleno de promesas. Te hablé sobre mis sueños, esos que a menudo parecen demasiado grandes para encajar en la rutina diaria. Compartí contigo mis miedos, aquellas sombras que acechan en la oscuridad, esperando el momento adecuado para asomarse y recordarme mi fragilidad.

Los momentos de vulnerabilidad son los más profundos y, al mismo tiempo, aterradores. Hay algo disfuncional en abrirse a alguien, en exponer la parte más cruda de uno mismo; es como desnudarse ante el mundo. Pero si yo te contara, encontrarías en mis palabras la esencia de lo que soy, mis defectos, mis virtudes, mis anhelos desgastados por el tiempo.

Imagina que, al contarte, descubra que mi vida está tejida con hilos de experiencias que no siempre son fáciles de llevar. Hay dulzura en la tristeza y hay belleza en el dolor. Cada lágrima derramada ha sido un capítulo en mi historia. Te hablaría de ese amor que perdí, no porque quisiera, sino porque las circunstancias nos separaron. El eco de sus risas todavía resuena en mis recuerdos, como un canto suave que me envuelve en nostalgia. A veces, me encuentro navegando por el océano de su memoria, recordando esos momentos fugaces que se sienten tan cálidos y tan lejanos al mismo tiempo.

¿Te contaría cómo la vida me enseñó a soltar? Mi infancia fue un torrente de aventuras, llena de risas y juegos. Pero también hubo momentos de desafío, lecciones que el tiempo me mostró con sutileza. Aprendí a dejar ir, a aceptar que las cosas no siempre salen como uno espera, que el control es solo una ilusión que a menudo nos esclaviza. Habría tanto que compartir, tanto que explorar en nuestras conversaciones tardías.

Si yo te contara sobre mis pasiones, verías cómo cada uno de mis intereses se entrelaza con mi búsqueda de significado. La música, por ejemplo, ha sido mi salvación en días grises. Cuando coloco unos auriculares y cierro los ojos, me transporto a lugares donde el dolor no existe y donde la esperanza florece. Las notas se convierten en aliados, creando un refugio donde puedo ser quien realmente soy. Esa conexión íntima con la música me ha permitido encontrar consuelo en los momentos de soledad.

Quizás te hablaría también de mis viajes, esos que me han llevado a rincones del mundo donde las culturas se entrelazan y la belleza se despliega en formas inimaginables. Te contaría sobre el aroma del café recién hecho en alguna pequeña cafetería en París, sobre la calidez del sol abrazando mis mejillas en una tarde en Barcelona. Cada viaje ha sido una lección, una invitación a ver el mundo desde diferentes perspectivas, a entender la diversidad que nos rodea.

De repente, me daría cuenta de que cada una de estas historias está conectada, formando una red que sostiene lo que soy. Te contaría sobre los amigos que han llegado y se han ido, aquellos que dejaron una huella imborrable en mi corazón. Algunos se convirtieron en familiares elegidos, otros se desvanecieron como sombras, pero cada uno tuvo su papel en esta obra de teatro llamada vida.

A través de mis relatos, quizás descubrirías que también hay un lado oscuro en mi travesía. Momentos de duda que a veces amenazan con abrumarme, donde el miedo se convierte en un compañero incómodo. Sin embargo, puedo decirte que la lucha ha sido también parte de mi crecimiento; cada batalla ganada o perdida ha añadido matices a mi existencia. Aprender a bailar con la incertidumbre ha sido un arte por el que aún estoy trabajando.

Si yo te contara… tal vez encontrarías en mis palabras un espejo donde contemplar tus propias luchas y triunfos. Podríamos entrelazar nuestras historias, crear un pequeño universo donde los relatos se mezclan, donde la vulnerabilidad se transforma en fuerza. En este espacio, el diálogo sería un bálsamo, una forma de sanar lo que ha estado herido.

A veces, creo que todos llevamos historias que deseamos compartir, pero el miedo a ser juzgados nos silencia. Sin embargo, hay poder en la apertura, en esas noches estrelladas donde podemos hablar durante horas, desnudar nuestras almas y recordar que, al final del día, todos somos humanos. Si yo te contara, te invitaría a sentarte junto a mí, a sostener un café caliente mientras nos perdemos en el vaivén de nuestras narrativas.

Y entonces, al finalizar, cuando la noche se adentra en sus últimos suspiros, encontrarías que lo que nos une es más fuerte que lo que nos separa. Juntos tejemos un hilo invisible que nos recuerda que en esta vasta y complicada red de existencia, nunca estamos realmente solos. Si yo te contara, quiero creer que quizás también tú abrirías tu corazón, compartiendo esas partes de ti que has mantenido bajo llave, creando un espacio sagrado donde el amor y la comprensión florecen.

Así, al despedirnos, llevaríamos con nosotros un pedazo de cada historia, un recuerdo de nuestra conexión en la que, aunque breves, encontramos la eternidad en lo efímero. Y en cada palabra, en cada susurro, seguiría resonando la promesa de seguir contando, de seguir compartiendo, porque al final, eso es lo que somos: narradores de nuestra propia existencia.