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domingo, 9 de noviembre de 2025

EMÉRITO SIN MÉRITO

 Llevamos una temporada en la cual, tanto los medios audiovisuales como la prensa, nos están machacando con la autobiografía del emérito sin mérito. A estas alturas de su vida, hasta los niños de teta saben que ha sido un golfo en todos los aspectos. Mujeriego, hasta cierto punto comprensible si no fuera por el cargo que ocupaba, chorizo, pero no de cantimpalo, mal ciudadano que no pagaba a hacienda lo que debía, mal jefe del estado que propició un golpe de estado militar contra el mismo, y muchas más virguerías que nunca sabremos.

No se a que fin le da ahora por sacar el libro. Su figura física, es patética, su prepotencia, sigue intacta. Y no solo eso, la de quienes le mantuvieron protegido y a cubierto de sus delitos, también. Sin duda esta familia de borbones, ha hecho mucho daño a España.

 

Edición en francés de las memorias del rey Juan Carlos I.

  Reflexiones Críticas sobre el Emérito

La figura del emérito, en la actualidad, se encuentra rodeada de un aura de controversia y desilusión. Este estatuto, que debería representar dignidad y respeto, se ha visto manchado por una serie de actos y decisiones que han desencadenado un profundo malestar en la sociedad.

En primer lugar, la percepción pública del emérito ha sido severamente afectada por las revelaciones sobre su estilo de vida. Las noticias sobre viajes extravagantes y relaciones poco ortodoxas han dado pie a cuestionamientos sobre la ética y los valores que debe representar una figura de tal peso en la historia de una nación. La opulencia y el desenfreno contrastan drásticamente con la realidad de muchos ciudadanos que luchan cada día por salir adelante, lo que genera un desencanto palpable que socava la legitimidad y el respeto hacia la monarquía.

Además, el emérito ha hecho caso omiso a las demandas populares de transparencia y rendición de cuentas. A medida que los escándalos se acumulaban, la falta de respuestas claras y sinceras ha alimentado un sentimiento de impunidad. Este silencio ante las críticas no sólo refleja una desconexión preocupante con la ciudadanía, sino que también da la impresión de que está más preocupado por proteger su propia imagen que por asumir la responsabilidad de sus acciones.

La cuestión de la herencia monárquica se complica aún más al considerar el legado que se ha dejado. Un emérito que, en lugar de ser un símbolo de unidad y progreso, se ha convertido en un foco de división y crítica, termina por debilitar las instituciones que debería representar. Su comportamiento contradictorio y sus decisiones poco acertadas generan un clima de incertidumbre que empaña el futuro de la monarquía en su conjunto.

La figura del emérito ya no puede ser vista con la admiración que alguna vez inspiró. Su legado está plagado de sombras que desdibujan cualquier intento por reivindicar su papel en la historia. La crítica hacia él no es meramente un acto de desprecio, sino una exigencia de honestidad y coherencia que resulta fundamental para cualquier institución que aspire a perdurar en el tiempo. Sin cambios significativos, el emérito corre el riesgo de convertirse en un recuerdo amargo de una época que muchos preferirían olvidar.

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