Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 16 de agosto de 2025

LOS CABRITILLOS (y el wolf)

 Los Siete Cabritillos: Una Versión Humorística

Había una vez, en un bosque far far away, una mamá cabra que tenía siete cabritillos. La mamá cabra era muy protectora y siempre les decía: "¡No abráis la puerta a nadie!" Pero, como suele pasar, los cabritillos eran más curiosos que un gato con cinco patas.

Un día, mientras la mamá cabra iba al mercado en busca de espinacas (sí, sí, ¡a la cabra también le gustaban las verduras!), el lobo malvado decidió que era el momento adecuado para hacer su jugada. Se acercó a la casa y tocó la puerta con esa voz que parecía un tambor con resaca: "¡Soy yo, mamá cabra! Ábreme, que tengo galletas".

Los cabritillos, que no eran precisamente unos genios, miraron por la rendija. "¡Pero si es un lobo!", dijeron todos al unísono. "No, no, tu no eres una cabra, eres un cabrón". El lobo, bastante frustrado, salió corriendo a buscar algo que le hiciera sonar menos aterrador. Después de unos minutos, volvió con un disfraz de cabra y un sombrero de paja que había encontrado en la tienda de disfraces del bosque.

"¡Soy yo, la mamá cabra! ¡Ábrete sésamo!", gritó con una voz que haría sonrojar a cualquier cantante de ópera. Pero los cabritillos, que tenían más sentido común que el lobo, decidieron hacer una prueba. "¿Cuál es nuestro nombre completo?", preguntaron.

"Eh... ¡Cabritillo uno, cabritillo dos... hasta cabritillo siete!", contestó el lobo, tambaleándose un poco con la respuesta.

"¡Eso no cuenta! ¡Sabemos que nuestra mamá nunca habla así, eres el mismo cabrón de antes!", gritaron los cabritillos a la vez, mientras se echaban a reír, haciendo eco en todo el bosque. Fue entonces cuando el lobo, sintiéndose derrotado y un poco ridículo en su disfraz, decidió cambiar de estrategia.

"Está bien, sólo quiero entrar a jugar... a las escondidas", dijo, tratando de sonar amistoso, pero solo logró que todos los cabritillos estallaran en carcajadas. "¡¿Quién sería tan tonto como para esconderse con un lobo?!", exclamó el más pequeño de todos.

Finalmente, el lobo, cansado y con su orgullo herido, se sentó en el suelo y se puso a llorar. Era un lobo malvado, ¡pero todos sabían que en el fondo era un blando! Los cabritillos se acercaron y le dijeron: "¡Oye, si quieres ser nuestro amigo, tienes que dejar de intentar comernos!"

El lobo, sorprendido por la oferta, se secó las lágrimas y asintió. "¡Vale! Prometo que no intentaré comeros más". Desde ese día, el lobo se convirtió en el mejor amigo de los cabritillos, y juntos se pasaban el día jugando a las escondidas en el bosque (aunque los cabritillos siempre hacían trampa, claro).

Y así, en vez de tener un almuerzo de cabritillos, el lobo terminó siendo el encargado de preparar las meriendas de frutas y galletas; y la mamá cabra, cuando regresó, encontró a los cabritillos riendo y comiendo galletas en compañía del lobo. Al ver eso, solo pudo suspirar y pensar: “¿En qué mundo estamos viviendo?”.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado... con un lobo que aprendió a compartir en lugar de comer. Y ahora voy y me lo creo, no te jode.

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